viernes, agosto 07, 2015

Copemos a Cambiemos

(mis palabras en el cierre de campaña de la UCR para la PASO de 2015)

Hola amigos. Muchas gracias por estar acá, acompañándonos. Muchas gracias por acompañarnos a Sanz y a todos nuestros candidatos en este tiempo. Muchas gracias especialmente a todos los que estuvieron al lado mío en esta parte del camino. Me demostraron que la Argentina está llena de genios. Y sobre todo de genias.

Este camino no empezó ayer ni termina este domingo. Tiene mucho recorrido para atrás y tiene por delante todo lo que nosotros querramos.

Miren, soy un recién llegado a la política activa. Soy, como cualquiera de ustedes, un argentino que quiere que el país esté un poco mejor. O mucho mejor.

Como a ustedes, me molesta tanta desigualdad, que unos tengan tanto y otros tan poco; y más me molesta que algunos de los que tienen tanto no lo merezcan, y que a todos los que tienen poco les cueste tanto tener un poco más.

Me molesta, me molesta mucho, el verso en nombre de supuestos ideales, me molesta que nos mientan y que nos digan que nos mienten.

Me molesta que estemos tan trabados: que en el nombre de un supuesto progresismo se haya frenado el progreso; que en toda la Argentina haya gente con ganas de producir más, que no puede producir más porque no rinde, o que directamente se está fundiendo nada más que por el capricho o la falta de sentido común del gobierno;

me molesta que todo lo que necesita de la acción directa del Estado, que es mucho, funcione tan mal: que la policía no nos cuide, que en las rutas se mueran 10 personas cada día, que anden mal los teléfonos, los aviones, los trenes, que se corte la luz, que no pueda confiarse en la Justicia, que haya netbooks para todos pero en ninguna escuela funcione bien la conexión a Internet, que el gobernador de Buenos Aires haga un gran alarde de 13 salitas de primeros auxilios mal equipadas y mal preparadas para 16 millones de personas.

¿Cuánto puede mejorar la Argentina? Incluso: ¿puede mejorar la Argentina? Me lo preguntaba ayer Hernán, que manejó el auto en varios de los viajes que hicimos esta campaña. Creánme que me creo lo que le contesté: cómo nos vaya depende de los ciudadanos, es decir, depende de nosotros.

No es cierto que nuestro gobierno sea un reflejo de nuestra sociedad. Los ciudadanos argentinos somos mejores, incluso mucho mejores, que el gobierno, que este gobierno. La mayoría de los argentinos no roba, no engaña tanto y por tanto tiempo a todos los que los rodean, no le echa la culpa de sus problemas a conspiraciones imaginarias, no sermonea a su prójimo cada dos días.

En la mayoría de las áreas, los profesionales de nuestra sociedad son mejores, incluso mucho mejores, que los que manejan nuestra economía, nuestro transporte de trenes o de aviones, nuestra inversión pública, nuestra educación. Y muchos políticos que no están en el poder son mejores que los que están ahora en el poder.

La democracia, el gobierno nuestro, de los ciudadanos, le está dejando el gobierno a unos que son peores. No sé griego así que tuve que googlear cómo se dice “gobierno de los peores”. Según la definición de un filósofo italiano, al gobierno de los peores se lo llama Kakistocracia, las dos veces con K. Les juro que los dice Google, no lo inventé.

Pero tampoco puede ser azar que nos gobiernen los peores, no puede ser que cada vez que se reparten las cartas de truco nos toquen dos cuatros y un cinco y de distinto palo. Algo estamos haciendo mal. Si los ciudadanos somos mejores que nuestros gobiernos, es obvio cuál es la solución: llenar al gobierno de ciudadanos. Bueno, hagámoslo: llenémoslo de ciudadanos.

En estas semanas de campaña me encontré con muchísimos argentinos y argentinas, especialmente con muchos jóvenes, con ganas de participar: difundiendo buenas ideas, comunicando, convenciendo. Muchos de ellos están acá mismo. Cada uno desde su lugar estaba ayudando a un gobierno de ciudadanos, es decir, a una democracia.

Sé que todo esto puede sonar utópico. ¿Cómo hacemos para llenar al gobierno de ciudadanos, de buenos ciudadanos? Miren, en esta campaña electoral que hicimos con Sanz y con todo el radicalismo confirmé algo que sospechaba: solo no se puede hacer casi nada. De a muchos se puede hacer casi todo. O todo. En cada lugar que visité me impresionó el espíritu de unión entre personas que ni siquiera se conocían. Cuando subí mi bicicleta al furgón del tren para hacer campaña en el conurbano, un cubano y un paraguayo me ayudaron a colgarla del gancho del furgón, porque venía muy cargado y estaba todo lleno de bicis. El cubano me dijo “Si estamos unidos podemos hacer cualquier cosa”. Textual. Como si estuviera recitando la canción de nuestra campaña.

Contra muchos pronósticos, vivimos en una era en la que casi todo lo bueno no es individual, sino colectivo. Quizás porque estamos más conectados, todas las grandes obras de la humanidad en este siglo 21 son colectivas: en las investigaciones médicas participan decenas de personas, en las series norteamericanas participan cientos, en los códigos de programación participan miles, en la Wikipedia participan decenas de miles, en ese gran cerebro colectivo que es el Twitter participan millones. Cuando hablamos del “Poder de la Unión”, es exactamente eso: tenemos las energías, tenemos la voluntad, sólo hay que resolver un problema de coordinación.

Y ahí, exactamente ahí, está el trabajo de un líder político. Por eso creo que lo que está haciendo Ernesto Sanz este año es histórico. Es para los libros. Es de esas cosas que no estaban escritas en piedra: podían ocurrir o no ocurrir, y están pasando. Sanz fue el argentino que más tuvo que parirla para que haya una alternativa real de gobierno de los ciudadanos. Para que nuestra democracia deje de ser el gobierno de los peores. Para que en el gobierno esté esa Argentina que es mucho mejor que este gobierno.

Miren, sé que no puedo ser objetivo. A Sanz lo quiero mucho. Lo quiero porque lo admiro. Lo admiro porque créanme que cuando Sanz toma una decisión piensa en el conjunto antes que en él mismo. Y porque piensa como se debe: con inteligencia. Lo vi con mis propios ojos en las decisiones de campaña. Y creo que eso es un líder: una persona que conduce a un grupo con inteligencia a un lugar que no es tan obvio para todo el mundo, pero que es un lugar posible y que es un lugar mejor.

Y por eso mismo creo que Sanz es el mejor para conducir este espacio que es Cambiemos. Sí, Sanz empezó su campaña más tarde; sí, Sanz no tiene atrás la plata de ningún Estado; sí, Sanz no fue a Tinelli o a Intratables. Pero Sanz es mejor. Incluso: precisamente por eso Sanz es mejor, porque su compromiso no depende de cómo salió una elección o de cuánta plata puede juntar. Sanz es mejor porque lo importante es lo de adentro. Sanz tiene la coherencia que no tiene ningún otro candidato. Sanz tiene la inteligencia que no tiene ninguno de los otros presidenciables. Sanz tiene las ideas que otros candidatos no tienen. Sanz tiene la capacidad de construir con otros que no tienen sus competidores. Sanz consulta a sus equipos, sí, pero créanme: No siempre les hace caso. El que decide y el que conduce es él. Y eso es lo que necesitamos de un presidente.

Hoy Sanz nos puso en un lugar mejor, en un lugar bueno. El domingo podemos decidir tranquilos. Podemos decir, podemos gritar, que queremos un cambio en la Argentina, que queremos un gobierno que sea mejor o igual que los argentinos. Y en el mismo acto y al mismo tiempo podemos decir y podemos gritar cuál es exactamente el cambio que queremos.

Con Sanz realmente creemos que el cambio que necesita la Argentina es de raíz y es, en ese sentido, radical. Claro que para construir poder hay que negociar acuerdos con los que no piensan igual, hay que negociar lugares en las listas, hay que negociar colores, tipografías, fotos. Pero hay cosas que no se negocian. Principios que no se negocian, que no negociamos durante la campaña y que Sanz no va a negociar si nos toca ser gobierno:

1. Se gobierna de frente a los ciudadanos, y se gobierna sin corrupción. Como bien resumió Sanz hace meses y esta mañana repetía uno de nuestros socios: “Gobernar es hacer sin robar”.

2. Se gobierna para los consumidores y los trabajadores, que son una misma cosa, no para el contratista del Estado que, justamente porque roba, no hace.

3. Se gobierna con una distinción clara y tajante entre el Estado y el partido: no se lanzan fórmulas presidenciales en la inauguración de una bajada de autopista que es de todos los ciudadanos, para todos los ciudadanos y pagada por todos los ciudadanos.

4. Se gobierna pensando más en los que tienen menos y menos en los que tienen más. No puede ser que para esas mujeres con las que charlé en Ciudadela, que recibían un plan social, esté cerrada la puerta para un trabajo en blanco. Y que mientras tanto para un narco haya un portón de la Argentina abierto de par en par con esa lavadora de dinero organizada por el Estado que se llama “CEDIN”.

5. Y se gobierna sabiendo que este país es un solo país, que uno de los nombres de este país, según la Constitución, es Provincias Unidas: se gobierna pensando más en las personas que participaron de ese locro que compartimos con el senador Morales en Alto Comedero, un suburbio pobre de las afueras de San Salvador de Jujuy; y se gobierna pensando menos en empresarios protegidos, amigos del poder, que nos encarecen la tecnología a todos los argentinos y que así destruyen empleos, carcomen salarios y bloquean el crecimiento.

Resumo, y termino. Hablé de mejorar el gobierno llenándolo de ciudadanos. Hablé de lo importante que es unir y coordinar esas energía para llegar al gobierno, y de cómo Sanz es el gran arquitecto de ese poder de la unión que hoy es una alternativa real de gobierno. Y dije que ese gobierno tiene que ser fundamentalista en sus principios de honestidad y de solidaridad.

Bueno, una manera de llamar a una unión de ciudadanos que quieran cambiar las cosas de raíz, es: unión cívica radical. No con mayúsculas, con minúsuclas: UNA unión cívica radical. Este partido, LA Unión Cívica Radical con mayúsuculas, tiene que ser el alma de esa otra unión más grande. Porque la Unión Cívica Radical con mayúsculas es exactamente eso. Es una comunidad de ciudadanos de todo el país que quizá no se conocen entre sí, pero que es como si se conocieran. Porque están unidos por un hilo invisible: el de ciertos principios que no se cambian, que no se acomodan y que no se negocian.

 Miren, este domingo por ahí ganamos, por ahí no. Ya podemos estar contentos de que a todos los otros candidatos les llenamos la cara de ideas.

Pero ahora, ya que estamos, ganemos. Ahora llenemósle las urnas de votos. Ganémosle a la tibieza, ganémosle al marketing, ganémosle al miedo a ganar, ganémosle al miedo a debatir, ganémosle al miedo a perder, ganémosle a las encuestas.

Sigamos llenando de contenidos a Cambiemos. Démosle alma, démosle vida y démosle color a esta unión mayor que es Cambiemos. Y la mejor manera de darle vida y darle alma es poner al frente de Cambiemos al gran arquitecto de esta unión: a Ernesto Sanz.

Depende de nosotros. Para ganar hay que meter nuestra boleta en la urna, pero eso solo no nos va alcanzar. De hoy al domingo, para el cara cara o para las redes sociales no hay veda que valga. Sigan conversando, sigan invitando, sigan mostrando nuestras ideas. Convenzan. Ahora sí que todos están prestando atención.

Los partidos se ganan en la cancha y se juegan los domingos. Pongan huevo, que el domingo copamos a Cambiemos. Gracias.