Por más que seas leproso, y por más que le hayas puesto de nombre GESTA (Gestión, Estado, Sociedad, Todos Ahora) a tu partido, no me caés mal, Rafa. Sos como Chacho, otro de nuestros payadores de la política. Hablan perfecto, negocian bien (son excelentes reunionistas, ese deporte tan argento), gestionan regular, deciden pésimo.
Yo los entiendo. Uno quiere estar, pero no quiere pasar ciertos límites de inmoralidad. Creo que estamos todos de acuerdo en que ese es el camino más sensato de acción pública. Hay cosas que claramente valen: vale sentarse en la mesa con un corrupto, vale conversar con él, vale beneficiarlo políticamente como efecto colateral de una acción otherwise good, y hasta vale bancarse que nuestro gran Tribuno Cívico (Elisa Carrió) te diga: "Con vos caminaría, pero el problema es que vos caminás con Otahece y Moyano, y hasta ahí no llego". Por otro lado, hay cosas que claramente no valen: ser su forro, sacrificar la esencia de tu gestión por los objetivos políticos del Príncipe, ser desleal con un opositor per se, etc.
Hasta ahí más o menos lo tenemos claro. Pero no es el centro de la cuestión. La pregunta clave es "¿Vale trabajar políticamente para él?". No puedo definir exactamente qué quiere decir "trabajar políticamente para él", pero tirame casos y te digo de qué lado de la línea estás. Bielsa hasta ahora trabajó políticamente para Kirchner. Chacho trabajó políticamente para De la Rúa. Pero, ponele, los gobernadores que hoy son gendarmes últimos de la pax kirchnerista (un Solá o un De la Sota, por decirte dos importantes) no trabajan políticamente para Kirchner. Son maximizadores de su interés en un cierto contexto, hoy circunstancialmente kirchnerista.
El problema de nuestros dos payadores es que han vacilado ante esa pregunta: han vacilado tanto que han ido, venido, vuelto a ir y vuelto a volver, aprox. Chacho, que abandonó la vicepresidencia de la Nación por el nombramiento de un pichi que no llegará a un footnote de la historia política argentina, durante el gobierno de uno de los presidentes menos corruptos de nuestra democracia, asume ahora un cargo designado por uno de los presidentes más corruptos (no tengo pruebas, es una sensación, eh). Decidió no trabajar políticamente para un pastelero como cualquier otro y ahora decide trabajar políticamente para un autoconfesado sucesor de Al Capone. Bueh, es tarde y me da fiaca seguir, el argumento seguía así: a vos te está pasando algo parecido, Rafa.
Ah, y también iba a agregar con la única intención de polemizar que los casos más cercanos al límite, los que casi llegaron a trabajar políticamente para alguno de nuestros grandes príncipes pero en el fondo no, son nuestros dos grandes ministros de Economía de los últimos tiempos. No sé si Lavagna o Cavallo tenían algún dilema moral en trabajar con Duhalde, Kirchner y Menem, pero si lo hubieran tenido yo diría que el haber trabajado para ellos no me parece necesariamente reprochable, porque no sé si se podría decir que trabajaron políticamente para ellos. O algo así.
Yo los entiendo. Uno quiere estar, pero no quiere pasar ciertos límites de inmoralidad. Creo que estamos todos de acuerdo en que ese es el camino más sensato de acción pública. Hay cosas que claramente valen: vale sentarse en la mesa con un corrupto, vale conversar con él, vale beneficiarlo políticamente como efecto colateral de una acción otherwise good, y hasta vale bancarse que nuestro gran Tribuno Cívico (Elisa Carrió) te diga: "Con vos caminaría, pero el problema es que vos caminás con Otahece y Moyano, y hasta ahí no llego". Por otro lado, hay cosas que claramente no valen: ser su forro, sacrificar la esencia de tu gestión por los objetivos políticos del Príncipe, ser desleal con un opositor per se, etc.
Hasta ahí más o menos lo tenemos claro. Pero no es el centro de la cuestión. La pregunta clave es "¿Vale trabajar políticamente para él?". No puedo definir exactamente qué quiere decir "trabajar políticamente para él", pero tirame casos y te digo de qué lado de la línea estás. Bielsa hasta ahora trabajó políticamente para Kirchner. Chacho trabajó políticamente para De la Rúa. Pero, ponele, los gobernadores que hoy son gendarmes últimos de la pax kirchnerista (un Solá o un De la Sota, por decirte dos importantes) no trabajan políticamente para Kirchner. Son maximizadores de su interés en un cierto contexto, hoy circunstancialmente kirchnerista.
El problema de nuestros dos payadores es que han vacilado ante esa pregunta: han vacilado tanto que han ido, venido, vuelto a ir y vuelto a volver, aprox. Chacho, que abandonó la vicepresidencia de la Nación por el nombramiento de un pichi que no llegará a un footnote de la historia política argentina, durante el gobierno de uno de los presidentes menos corruptos de nuestra democracia, asume ahora un cargo designado por uno de los presidentes más corruptos (no tengo pruebas, es una sensación, eh). Decidió no trabajar políticamente para un pastelero como cualquier otro y ahora decide trabajar políticamente para un autoconfesado sucesor de Al Capone. Bueh, es tarde y me da fiaca seguir, el argumento seguía así: a vos te está pasando algo parecido, Rafa.
Ah, y también iba a agregar con la única intención de polemizar que los casos más cercanos al límite, los que casi llegaron a trabajar políticamente para alguno de nuestros grandes príncipes pero en el fondo no, son nuestros dos grandes ministros de Economía de los últimos tiempos. No sé si Lavagna o Cavallo tenían algún dilema moral en trabajar con Duhalde, Kirchner y Menem, pero si lo hubieran tenido yo diría que el haber trabajado para ellos no me parece necesariamente reprochable, porque no sé si se podría decir que trabajaron políticamente para ellos. O algo así.
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