Hasta del Benemérito Doctor Grondona. Se sabe que el hombre vive de dos cosas: la presentación de dos categorías y los paralelos históricos (más o menos como Rollo). Después de alguna de aquellas notte magice de Goyco en el 90, El Doctor arriesgó la interépida teoría de que alguna relación existía entre la fortaleza política del gobierno argentino y la performance de la Selección en los mundiales.
Desde el 74 la cosa daba bien: con Perón agonizando nos fue mal ("a los quesitos le hacemo cuatro", había dicho el gran René, y nos hicieron cuatro ellos); en el 78, con los milicos con cierta autoridad y -sí- aquiesencia social (a pesar de la recesión de ese año) fuimos dueños y señores de la fiesta deportiva sin igual; durante Malvinas, con los generales en su laberinto final, ganamos un solo partido contra equipos que no se llamaran El Salvador; y en el 86 salimos campeones, cuando todavía duraba la breve magia del Austral.
La verdad es que en los 90 La Correlación se rompió. El 90 fue el peor año de Menem, con hípers a principio y al final, con papelones nacionales que afortunadamente olvidamos como convocar a Angeloz para ser ministro salvador, y salimos segundos (no sé en qué estaba pensando El Doctor cuando planteó su teoría; quizás se trataba justamente de "la primera excepción"). Y después, en dos mundiales con PBI de 9000 dólares -anteriores a las tormentas por entonces imprevistas del Tequila y de Nuestra Gran Depresión- tampoco nos fue demasiado bien.
La esperanza vendría a ser esta: en el siglo XXI vuelve La Correlación. Con un gobierno carente de legitimidad, que debió manejar la peor crisis económica de la historia argentina, nos fue peor que siempre; con el que preside el Milagro Argentino, nos irá -según esta particular astrología- mejor que nunca.
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