lunes, julio 10, 2006

morir, tremenda cosa

Seguimos resistiéndonos a enfrentar la vida sin Mundial. Un lector propone su propio rediseño de la Copa del Mundo:

Che, no sueñes en un mundial todos contra todos. Aparte de impensable e insostenible: va a terminar rutinizado y sin gracia. El mundial nos gusta porque instala en el aire el concepto de partido-abismo, con revancha ¡a los cuatro años!. Creo que, en cambio, sí podemos pensar en un mundial de doble eliminación en la segunda fase. En octavos, se abre una llave de ganadores y una llave de perdedores. A partir de ahí, los que pierden en la llave de perdedores quedan eliminados; los que pierden en la de ganadores "descienden" a la de perdedores, hasta que quedan uno y uno. Se enfrentan entre sí, y el que viene de la llave de ganadores -ponele- tendría ventaja deportiva en esa final. En términos de partidos por equipo, es sólo un partido más y se puede meter dentro de un mes. Pero para el espectador, es una panzada de fútbol más: 27 partidos entre los top-16, contra 16 actualmente -y eso contando como "partido" el dudoso premio consuelo del tercer puesto. Mantiene el morbo del partido abismo -pero lo difiere o, en términos de fichines, te da "una vida" más- y morigera un poco la injusticia de una mala tarde, de un mal cambio, de un penal mal cobrado, todas cosas decisivas entre equipos de fuerzas equivalentes; y para los equipos medianos -Ghana, México, Australia- les da una segunda oportunidad si tuvieron la mala suerte de que en su fixture se metiera una potencia.

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