La vida es una moneda, y una pelota
Hubo una época en que este blog era una página económica, y no el pastiche dominado por la economía y el fútbol que inspirara al Comando Norma Aleandro a dedicarnos la hermosa viñeta que ilustra este post.
El primer post fubolístico fue en respuesta a la formación de la selección que había propuesto Tomás Abraham para Perfil. Todavía preferimos la lista de buena fe que retrucamos a la que fue al Mundial.
Hoy Tomás nos anima de nuevo. Sin importarle que toda conversación sobre políticas públicas que no contenga la palabra "desigualdad" o, en su defecto, "cultura" sea considerada derechosa por nuestra progresía comprometida, Abraham se las agarra con la caca de perro de su plaza, con "ese olor a pedo dulce".
Me envalentonó, porque hace rato quería lidiar con este asunto de la caca. ¿Qué mejor que en estas aguas tranquilas de la pax kirchnerista, todavía alejados de la batallita del 2007? Los perros de ciudad son un caso típico de externalidad negativa. Dan algún tipo de satisfacción a sus dueños -satisfacción que, si fuera dueño, no me animaría a analizar psicológicamente- pero perjudican con su caca, sus ladridos y hasta sus mordeduras: la pobre francesa que se tuvo que transplantar la cara fue por las mordidas de un perro; en el club al que yo iba cuando era chico había uno con un cachete herido al que le decían "Mordida de Perro", aka "Mordida".
La solución más sencilla del economista para estos tipos de externalidad es el impuesto. Así como es lógico cobrar más impuestos a los cigarrillos o a las actividades contaminantes, para que haya menos, bien se podría cobrar un impuesto al perro. Una alternativa sería la licencia, como pasa con los taxis. Sólo puede tener perro en la vía pública quien tenga una licencia.
Por supuesto, en ambas soluciones los perros pasarían a ser un lujo de ricos. Habría que chequear, pero me imagino que en esta ciudad un poco lo son. Como dijo Castells citando a Okun, "Luchamos por una Argentina donde los perros de los ricos dejen de estar mejor alimentados que los hijos de los pobres".
Quizás haya que ir por todo, entonces. Igualdad total: ni perros para ricos, ni perros para pobres. Al menos en la vía pública.
En fin, todo esto es una excusa para presentar la encuesta sobre el tema. Sé que es una cuestión menor al lado de la elección de Basile, pero quiero ver cómo mide esta propuesta a ver si la ponemos o no en la agenda.
1 comentario:
Yo propongo la misma solución para los autos, casi. Políticamente inaplicables, sin embargo. Para los autos más que para los perros, aunque los últimos contaminen menos.
Me lo estoy pasando bien leyendo tus post viejos. Y me dí cuenta que te llamás igual que mi hijo menor.
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