domingo, junio 15, 2008

¿llega a olivos el diario de yrigoyen?

En Pravda/12 aparecen llamamientos desesperados a la sensatez. Esperemos que sean escuchados.

Mempo procede tácticamente, presentando el appeasement como la política auténticamente democrática que requiere la hora:

Es urgente abortar el golpe y bastaría con hablarle claro al país, sin soberbia y sin miedo. Pero además habría que cambiar un par de ministros; con despedir al señor Jaime, que ha colapsado todos los transportes del país, y con poner en lugar del señor De Urquiza al diputado Cantero, que por lo que se ha visto y escuchado parece una persona serena y conocedora del agro.

Y más aún: éste es el momento de lanzar una gran convocatoria nacional para debatir a agenda abierta una política agropecuaria para los próximos 50 años. Este el de admitir que el tren bala es una estupidez y poner en marcha, ahora mismo, un Programa Nacional de Recuperación Ferroviaria. Este el de abrir los cielos a las aerolíneas del mundo, que vendrán si se les dan garantías mínimas de operatividad y rentabilidad. Este el de mandar al Congreso un proyecto de ley sobre el Derecho a la Información. Todo esto se puede hacer. Es urgente hacerlo. Aún se está a tiempo


Wainfeld:

El Gobierno invoca la representación de todos los argentinos, con derecho. Pero en su acción parece soslayar que la zozobra en la gobernabilidad no es neutral sino que damnifica especialmente a las gentes de a pie. La paz social, la tranquilidad cotidiana, son una necesidad de los humildes, que viven, trabajan y se proveen día tras día.

El ambiente excitado entusiasma a dirigentes oficialistas y opositores, a quienes se ve en su salsa. Es más que dudoso, para la modesta mirada impresionista de quien esto escribe, que eso conjugue con la sensación expandida entre otras personas, ansiosas por saber que vendrán jornadas sosegadas, que habrá suministros, que no faltarán certezas.

El oficialismo porfió ayer en cargar todas las incertezas en la mochila “del campo”. Es improbable que haya tenido éxito, en una jornada que simbólicamente enalteció a un De Angeli que venía cuesta abajo.

El saldo provisorio, a los ojos del cronista, es acre y contradictorio. Su percepción es que el encarnizamiento de la brega política es disonante con los anhelos cotidianos mayoritarios, más allá de la disputa sobre las razones en juego. Que los vaivenes fácticos agobian a la mayoría de los argentinos, más ávidos por un cierre de la miniserie que por el capítulo que ya vendrá.

Por mi parte, acepto cualquier cosa. A ver, por ejemplo: acuerdo entre el gobierno y el campo, con los gobernadores (incluidos los Schiaretti, los Binner, los Rodríguez Saá, los Das Neves) como "garantes", por el que se modifica el decreto -no se suspende ni se deroga- de modo que las nuevas retenciones empiezan a cobrarse recién dentro de dos meses, salvo que en el interín el Congreso vote una ley de impuestos a la exportación.

ADDENDUM: aceptaría un impuesto a la tierra para el Fondo Histórico de Redistribución Social a las propiedades de más de X hectáreas, del que podría exceptuarse a todo propietario que puediera mostrar un título de transmisión no gratuita en los últimos ciento veintiocho años (en los 1880s ya había un mercado de tierras). Sería un poco injusto para el que ligó tierras en la apropiación original y después vendió y compró otra cosa o -como mi abuelo materno- se la gastó. Pero bueno, por lo menos agarrarías a algunos de los afortunados iniciales. Recordar el "Lockean proviso": "though individuals have a right to acquire private property from nature, they must leave 'enough and as good in common...to others'."

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La explicación de anoche de los dos Fernandez no agregó nada. Solo más irritación. Pero yo me quedé fijo en una palabra que repitió Alberto y Aníbal hasta el hartazgo: "argentinos." Se trata de defender la mesa de los "argentinos", de reponer el derecho a circular para los "argentinos", de garantizar precios accesibles a los alimentos para los "argentinos". Por un momento me sentí extranjero. Es decir, ¿qué pasa con los turistas extranjeros, con los inmigrantes que viven y trabajan en el país, con los extranjeros que se quedan a pasar unos meses aquí? ¿No son también para ellos las políticas publicas sobre libre circulación, abastecimiento confiable y bajo precio de los alimentos? Y alli, de pronto, pensando por qué los extranjeros son excluidos del discurso oficial (además de la razón obvia de que se trata de un discurso nacionalista), me di cuenta de algo obvio. El país todo, los contribuyentes, están subsidiando el precio del gas-oil, de los transportes, del pan, de la leche, del asado, y de cuanta cosa más a los extranjeros (residentes no ciudadanos o visitantes temporarios). ¿Lo pongo más claro? El asado que como F.F. Copolla es subsidiado por los pobres que pagan iva al 21 porciento. Y esto, un buen nacionalista, debería de ocultarlo. A cualquier precio.

Lic. Baleno dijo...

Lo de Pravda/12 es humor o un inesperado retorno a esos tiempos felices donde comunistas eran todos menos los amigos del club?

Lic. Alejandro Herrera dijo...

Si utilizaramos la mitad de la "base instalada" institucional y las leyes disponibles (que estan muertas o con poca vida en muchos casos), probablemente nuestro país sería otro, más serio y menos crispado. El Consejo Federal Agropecuario es uno de esos instrumentos, que calza de perilla para esta coyuntura.

Anónimo dijo...

El addendum es un impuesto o una herramienta de politica gubernamental?

Anónimo dijo...

Este comentario fue publicado en www.diariopanorama.com



Todo puede pasar,

cuando nada es verdad





La gente está preocupada. Provista de la sabiduría popular acumulada por reiteradas crisis que nos empobrecieron, intuye que algo grave está por ocurrir. No sabe qué, no sabe cuándo, si sabe que vendrá.

¿Otra vez sopa? Si otra vez sopa. Cuando en una olla se vuelcan todos los ingredientes para cocinar una sopa, generalmente sale sopa. Si no nos gusta, deberemos aprender otras recetas más elaboradas. Brasil, Uruguay, Chile o Perú, entre otros muchos países del mundo, se atreven a cocinar delicias, a veces le salen bien y otras mal, pero aprenden.

Nuestra Constitución nos dice que somos republicanos y federales, pero nos reímos de su espíritu y desechamos su letra. ¿Qué importa si allí dice que debe haber un Congreso que controle al Presidente, si la economía está creciendo? ¿Qué importa si expresa que todos los impuestos deben ser coparticipados proporcionalmente a las provincias, si estamos dispuestos a recibir lo que el Presidente quiera, delegándole superpoderes? ¿Qué importa que diga que no se puede confiscar la propiedad privada y su renta si hay “ganancias extraordinarias?

“Fíjense en lo que hago y no en lo que digo”, le supo decir el ¿ex? Presidente Kirchner, al principio de su gestión, a empresarios extranjeros, que no dejaban de asombrarse ante semejante desparpajo. A partir de allí hizo y dijo lo que quiso.

Entonces la inflación oficial bajó al 9% anual, pero la real se ubicó en el 30%; el salario sube constantemente, el problema es que lo hace por la escalera y los precios por el ascensor. La pobreza bajó al 20%, pero la Iglesia acusa que es del 30% de la mano de Caritas que no sabe cómo darle de comer a tanto hambriento con $0,50 por chico de presupuesto oficial.

Nos olvidamos de la deuda externa, pero el mundo no y los acreedores menos. En el 2001 debíamos U$S 144.450 millones, equivalente al 54% del PBI (Producto Bruto Interno); a fines de 2007 debíamos U$S 144.729 millones o 56% del PBI, sin contar los U$S 28.857 millones que no entraron en el canje de deuda; así alcanzamos los U$S 173.586 millones o el 67% del PBI. Ayer el prestigioso e influyente diario londinense “FinancialTimes” afirmaba que “crece el fantasma del default en la Argentina”. Así termina “el más exitoso canje de deuda del mundo” prometido, Lavagna incluido.

La economía no se enfría, porque esa es una receta neoliberal, menemista y golpista. Arde con llamas Chinas de crecimiento al 8% anual, mientras que los economistas miden bien (descontando la inflación y los dibujos) y dicen que crece sólo al 4% y en baja. Las tarjetas de crédito hay que pagarlas y con los salarios carcomidos por la inflación, por lo que todo el mundo sabe que nos estamos enfriando por más pingüinos que nos traguemos.

Estamos blindados de cualquier crisis externa e interna porque atesoramos 50.000 millones de dólares de reservas en el Banco Central. Perdimos 3.000 millones en 90 días y 6.500 millones que deberían haber ingresado por exportaciones. En el 2001 también estábamos blindados y nos entraron hasta los balines.

La recaudación impositiva crece a niveles récord, claro que no decimos que si le descontamos la inflación real la cifras cambian dramáticamente

¿De qué se queja el campo?, Ese grupo de vagos, oligarcas golpistas que no arriesgan y sólo siembran yuyos que evitan que los argentinos lleven la soberanía alimentaria a sus mesas (¿?). Si le hemos dado un dólar altísimo para que tengan rentas extraordinarias, que solamente el humo no los deja ver. Sin embargo, la realidad del interior sublevao muestra un dólar devaluado por el incremento de los costos y las retenciones crecientes que confiscan lo que la Constitución Nacional prohíbe.

Estamos redistribuyendo la riqueza para la famosa “movilidad social ascendente” que los pobres nunca ven llegar, ni mucho menos entender. Vamos hacer hospitales, rutas y escuelas, todas móviles como las retenciones. La gente sabe que luego se caerán los techos, no habrá insumos y los pozos brotaran inmediatamente después de su inauguración. Es la corrupción, que alimenta el clientelismo político, la domesticación de los gobernadores y los bolsillos de una verdadera oligarquía sin vergüenza alguna.

Cuando nada es verdad en un país, todo es posible, todo puede pasar. Y así vivimos, preguntándonos cada diez años de qué murió la Argentina Y nos contestamos con el humor que nos hace más llevadera la angustia: de lo bien que andaba nomás.

El conflicto con el campo es como una ola de cuatro metros, pero detrás se vislumbra un Tsunami. Es para preocuparse, pero no para rendirse, puesto que ya hemos sufrido varios Tsunamis y sobrevivimos. La diferencia actual es que el mundo nos espera con precios extraordinarios para el campo y la agroindustria, que equivalen a un gigantesco salvavidas. La pregunta es si ya nos hartamos de comer sopa.



rjfano@arnet.com.ar