Algún amigo me confesó -contra lo que opina todo el mundo- que le provoca un cierto alivio el aumento de la tasa de interés americana. Es una especie de Doctor Pangloss, el hombre: pase lo que pase, estamos en el mejor de los mundos posibles. Pero su optimismo siempre tiene buenos argumentos. Esta vez era así: si todo el problema inflacionario -esa piedra en el zapato de Néstor, lo único que molesta en un paisaje económico inmejorable en todo lo demás- se debe a una economía recalentada, ¿no viene bien una suba moderada en la tasa de interés, que atempere un poco el crecimiento vigoroso que está detrás de la inflación?
Hemos discutido ya si existe alguna relación entre crecimiento e inflación, diciendo algunas cosas contradictorias con otras. Evidentemente no lo tenemos del todo claro. Intentémoslo de nuevo, con una clasificación grondonística (dos categorías, nunca más que eso).
Una cosa es el calentamiento por el lado del gasto interno (técnicamente: la absorción, C + I + G): aumentos del Gasto público o rebajas de impuestos, empresarios en medio de una manía Inversora, Consumidores dispendiosos. Para definir si existe o no este tipo de recalentamiento, en una economía abierta, me parece que el juez último es el resultado de la balanza comercial, o la cuenta corriente: cualquiera sea la tasa de crecimiento de una economía, es difícil sostener que el país "está gastando mucho" si tenés un superávit externo. Y esa es la situación de la economía argentina ahora: hay un superávit comercial, que incluso sobra (apenas) para pagar intereses de las deudas públicas y privadas. OK, la política fiscal se ha relajado, la inversión vive algo así como un boom. En otras palabras, "estaba fría y ahora me empezaste a calentar un poquito, Néstor" -- pero parece difícil atribuir la anormalidad argentina en materia de inflación a una situación de gasto agregado anormalmente alto.
El otro calentamiento es por el lado externo, y ocurre sobre todo con el estímulo de un tipo de cambio muy alto: con el dólar bien arriba, los sectores transables (que exportan o que compiten con importaciones) demandan mucho empleo. Aquí sí somos anormales, como nos hemos cansado de repetir: nuestro tipo de cambio real está por encima de su nivel de equilibrio, y la inflación es sencillamente una corrección de ese desequilibrio.
Volviendo al Doctor Pangloss: la suba de la tasa de interés internacional no corregiría la anormalidad cambiaria de la Argentina (¿o quizás la agravaría, si el BCRA permite que la suba en la tasa deprecia la moneda?) pero compensaría su efecto inflacionario con otra anormalidad: achicando el gasto interno más de lo que la economía lo necesita.
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