Evidentemente nuestros razonamientos están manejados por procesos químicos, frutos a su vez de nuestra constitución genética, nuestra experiencia psicológica, el clima, etc. etc. Lo que llamamos argumentos o razones no son más que una figura literaria, la personificación de algo incomprensible para volverlo comprensible, como los dioses de nuestros ancestros. Lo digo porque de repente me empiezan a parecer posibles cosas que debería juzgar imposibles, y tanta esperanza sólo puede explicarse por una brisa invisible de optimismo: porque pasó el solsticio de invierno y entonces estamos mal (los días siguen siendo cortos) pero vamos bien (cada vez menos cortos); porque Tony Soprano logró reemplazar a Gil Grissom en el altar de mis manías televisivas; o, casi seguro, porque sí -- esto es, porque ocurrió algo mucho más imperceptible y mucho más relevante, acaso la obra del
decimoséptimo y último elemento del universo, el esquivo Higgs.
Las dos cosas que de repente se hicieron posibles, contra todas mis convicciones:
1. Quizás, después de todo, puede armarse el equipo Los Delanteros, con un ridículo mediocampo de Verón, Mascherano y Aimar. Es como un experimento: tener la pelota todo el tiempo. No se necesitan volantes de marca porque para marcar primero hay que perder la pelota, y aquí no se pierde. Una revolución futbolística.
2. ¿Y si Cristina es Cristina es Cristina? Me sorprendió mi propia reacción al anuncio: estaba contento. No porque aumentara las chances de la oposición. Al contrario. Mi única coherencia es la del buscarroña, y para el buscarroña no hay placer mayor que salir en defensa del caído, del chivo expiatorio. No por piedad, no; sólo para provocar e irritar a la mayoría. Cuando la Alianza, mi magro entusiasmo inicial fue convirtiéndose en oficialismo a lo largo del 2000; el 19 de diciembre del 2001 me encontró manguerando desde un balcón a los cacerolistas y pintando una bandera argentina que decía "Aguante Fernando". Lo mismo Riquelme en el mundial: siempre admiré a Román, pero riquelmista-riquelmista me volví después de la derrota con Alemania, hallando solaz en las estadísticas de la FIFA que lo señalaban como el jugador con más asistencias de gol en la Copa del Mundo. Apenas ganó solo una Copa Libertadores ya lo quería afuera del once titular de la selección: ya había sido reivindicado.
Y ahora, después de ver a los kirchneristas blancos ir abandonando el barco uno a uno (los Leucos, los Torcuatos, los Lavagna y tantos otros), cuando las figuras opositoras creen oir un murmullo de multitudes que se acercan, les digo: no, dear. No pasarán. Son -convengamos- unos impresentables en el sentido estricto de la palabra (
1. adj. Que no es digno de presentarse o de ser presentado.). Acumulando entre los tres, más algunos puntos peronistas que pueda rascar el candidato de la barbarie, puede ser que Cristina necesite de la cláusula del 10%, pero gana igual. Y, más allá del resultado, ¿con qué autoridad puede presentarse Lavagna como la alternativa a un gobierno de "crisis energética e inflación", cuando ambos problemas surgieron durante su gestión? Y Lilita, ¿qué dijo sobre estos temas? ¿Y López Murphy, que nos miente diciendo que el crecimiento es casi exclusivamente por factores externos y a quien jamás hemos oído hablar de apreciar la moneda y de terminar con los curros proteccionistas? No entusiasman, muchachos. Seguramente vote a alguno para no ensuciarme tanto las manos, pero no entusiasman.
Pero para inaugurar el cristinismo blanco, Cristina, necesito tus gestos. Felisa y De Vido out. Dos personas honradas con un mínimo criterio económico, in. Nac/pops, out. Globalizados, in. Chávez out. "Valores republicanos con discurso derechohumanista", in. Todos esos de Monde Diplomatique, todo ese verso que tanto te gusta, los Planes Fénix, out. Bachelet, Lula, toda esa car(et)a humana del neoliberalismo, in. Lista de tareas (esbozo): convocar a Lavagna de antemano a ser jefe de gabinete, obligándolo a una negativa que haga sufrir a su patético ego (yo invertiría la frase de Menem: "al que se va echado, vuelve si lo llaman..."). Ir a tomar el té con masas -no muchas- con Lilita, explicarle que viene una etapa distinta, y que será la cabeza de un Quinto Poder, unipersonal, llamado "Tribuno de la República". Cursar invitación a Miccheti. Decir "Ricardo López Murphy podría encabezar una derecha civilizada, si una vez en su vida criticara al Proceso".
No digo que te votaría, no. Pero podría tolerarte y -secretamente- creer que, promediando ochenta cosas malas y ochenta y una buenas, en nuestra experiencia democrática de un cuarto de siglo hay algo parecido a un progreso.